Y es que a Wesley le encanta tontear con Lloyd Reynolds, el supervisor de su residencia universitaria. No puede evitarlo. Lloyd es un chico serio, decidido y con los pies en la tierra. Además, tiene la absurda manía de seguir las reglas al pie de la letra. Y, claro, a Wesley le encantaría que rompiera alguna de esas reglas; o, ya puestos, trescientas.
A veces, la mera sonrisa de un géminis es más que suficiente para que Lloyd tenga que ponerse serio y recordar a Wesley que las normas están ahí para cumplirlas. Lo que, por supuesto, no evitará que Wesley vuelva a provocarle. Sin parar. Una y otra vez.
Pero corromper al inquebrantable Lloyd es casi imposible. Está tan lleno de principios... Pero también es el amigo perfecto cuando Wesley le necesita para interceder entre su hermano pequeño y el director de su antiguo colegio. Y, a veces, una inofensiva mentira es más que suficiente para que Wesley y Lloyd acaben inmersos en un romance ficticio. ¿Qué se le va a hacer si en un primer momento a Wesley le pareció la más estupenda de las ideas?
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