El tiempo existía fuera del dolor. Una vez fui consciente de eso. Era consciente de que el mismo acto de respirar fue una vez una marca de libertad y fuerza, que no causaba pinchazos de dolor en mi piel con cada empujón y tirón de mis pulmones. Era consciente de que mis extremidades, ahora un lío atrofiado y tembloroso de piel y huesos, alguna vez sostuvieron el núcleo mismo de mi fuerza.
La captura, la tortura y los experimentos no cambiaron nada de eso, pero como Sansón, me habían cegado los ojos y cortado el pelo. Mi poder yacía en algún lugar profundo de los recovecos de mi mente, en sombras a las que ya no podía acceder.
Y, sin embargo, todavía estaba aquí. Torturado, pero vivo.
A pesar de que los humanos me destrozaban, a pesar de las toxinas que empujaban a través de las vías intravenosas y el humo químico que cegaba mis ojos, en algún lugar, mi libertad todavía existía, justo fuera de mi alcance, pero tenía esperanza.
Yo era Alfa.
Yo era un lobo.
Pero no era un animal.
Mil gracias a DL!
Solo disponible en las bibliotecas!
 - Ariel Millar){kind=link}
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