Por eso no dudé en aceptar cuando me ofrecieron trabajar para un abogado.
En el trayecto hacia mi primer día de trabajo perdí el equilibrio y me caí encima del inglés vivo más guapo del mundo. Fue tan encantador como James Bond y tan seductor como el señor Darcy. En ese momento solo quería comer a besos sus duros abdominales y escuchar su acento toooda la noche.
Pero resultó que el Señor Guaperas era mi nuevo jefe. Y su actitud no era tan maravillosa como su agraciado rostro, sus anchos hombros y su perfecto culo. Estaba amargado, tenía mal genio y era el hombre más arrogante que he conocido en la vida.
Pero en medio de una discusión me plantó un beso sin venir a cuento. Y estoy bastante segura de haber visto en ese momento fuegos artificiales sobre el Big Ben y haber escuchado el Dios salve a la reina.
No estaba buscando al príncipe azul, pero quizá haya encontrado a mi caballero de brillante armadura. El problema es que vivimos con un océano de por medio...
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